Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía…
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.
Este poema se podría dividir en dos partes, cada una con características diferentes:
En el primer bloque, de los versos primero al séptimo, se realiza una descripción de Laura mediante el tópico literario Descriptio Puellae. La primera parte del soneto está formada por una enumeración de los rasgos físicos de la joven, tan admirados por el amante. Podemos destacar la presencia de paralelismo entre los dos primeros versos. Así mismo, destaca la metáfora “cabellera de oro” para referirse al pelo rubio de Laura. Cuando acaba con la profunda descripción de su amada Laura, Petrarca exclama cómo de rápido nos convertimos en polvo, en nada. Con este choque de ideas, Petrarca expresa el contraste entre la pura vida y la simple muerte.
Después de la exclamación, el segundo bloque da comienzo en el verso octavo. La voz poética en esta parte se siente destrozada, y procede a explicar cuál es su estado actual. Comienza contrastando la muerte de esta con la vida en la que él todavía está. Sin embargo, se lamenta de seguir viviendo porque ahora camina “a ciegas”, sin la “lumbre que amó tanto” (metáfora utilizada por el poeta para referirse a los ojos de la amada que antes le iluminaban). Y a ciegas “su nave” (metáfora del cuerpo) surca la extensión vacía.
Termina el soneto con un terceto en el que la voz poética sentencia que jamás volverá a componer poesía puesto que su “lira” (instrumento musical con el que los poetas renacentistas acompañaban el recitado de sus poemas y que en este soneto representa una metonimia que se utiliza para referirse al poeta) “yace convertida en llanto” (metáfora de la tristeza). Destaca en el último terceto la antítesis entre “alegría” y “llanto” y el hipérbaton del verso 13.
Este poema me ha conmovido muchísimo. Como el poeta puede pasar de quererlo todo a no querer nada, a que esa inspiración de repente se apague y esa "lira" ya no pueda volver a sonar porque ha quedado reducida a cenizas.
Este poema no lo voy a acompañar con una foto, sino con una célebre frase, que creo que es muy apropiada para acabar de comentar este poema, ya que siempre hay que tenerla en mente. Y es que, por mucho que nos duela, "polvo somos, y en polvo nos convertiremos"
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